viernes, 19 de febrero de 2016

Por una Andalucía real...



Un año más el mes de febrero va llegando a su recta final y el día 28 se va tiñendo de verde y blanco para miles de andaluces que lo marcamos como fecha simbólica en nuestro calendario personal.
Desde las instituciones públicas la celebración de este día sirve para el reconocimiento a personas u organizaciones que trabajan o se dedican a ofrecer el mejor lado de nuestra querida Andalucía; otros organismos siguen levantando su voz para reivindicar  (lamentablemente cada vez menos) mejoras para esta tierra nuestra que aún tiene mucho camino que andar.  Otros, ciudadanos de a pie, simplemente lo marcan como un día festivo más donde los niños no van al cole y los comercios cierran.
Mi celebración en esta ocasión quiero que vaya en forma de homenaje a tantas y tantas personas anónimas, andaluzas o no, que hicieron de esta tierra su hogar, que sintieron a sus gentes como familia y lucharon por limar desigualdades, ayudar al que más lo necesitaban y sacar “dientes y uñas” a aquellos que quisieron aprovecharse de la bondad de este rinconcito del sur de Europa. Una celebración sin grandes decorados ni medallas en el pecho, una celebración desde las palabras y desde la intimidad, una celebración que lleva a mi cabeza a recordar algunas de esas personas que también pusieron su mejor granito de arena para una Andalucía mejor. Vaya desde estas líneas mi más sincero reconocimiento a todas y cada una de esas personas.
Y junto a la celebración, la crítica.
Como andaluz me avergüenzo del espolio, de la corrupción, del ultraje, de la injuria, del desprecio y el insulto que cada día le hacen a nuestra tierra y, por ende, a todos los andaluces. El menosprecio lo reciben esos jóvenes sobradamente preparados que deben salir de nuestra tierra para encontrar un trabajo;  esas personas dependientes que deben esperar demasiado para conseguir una ayuda para que su vida sea un poquito más fácil; esas familias que, sin otra opción, esperan unos pocos meses de trabajo en el campo para poder subsistir; en el abandono a inmigrantes por no tener recursos; en los desalojos de viviendas; en la falta de escuelas; en el colapso de hospitales; en el olvido de nuestra cultura…
No me engaño, mi tierra es rica en muchos aspectos. Andalucía es un gran escenario de ensueño para miles de turistas que cada día nos visitan. Aquí tenemos grandes profesionales de la medicina, la investigación, el cine y la literatura… Pero también demasiadas carencias que nos impiden avanzar como deberíamos. No nos engañemos por falsos eslóganes ni caigamos en el triunfalismo de estar por encima de todo.
Seamos andaluzas y andaluces reales, de los que le duele su tierra y sus raíces, de los que sienten y viven orgullosos pero críticos con ella, de esos en los que algún día se acordará también alguien anónimo en un lugar entre el cielo y la tierra.

Juan Ruiz

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