martes, 2 de agosto de 2016

BUENA RACHA





¿Cuándo comenzó todo a ir mejor? Posiblemente en aquellas ocasiones en las que nos juntamos y arreglamos el mundo en la barra del bar, o cuando se confunde el nombre del dueño por alguien a quien ni conocemos. Quizás cuando no teníamos dinero y no se podía pagar con tarjeta, o aquella vez que casi pierdo el tren cuando a la orilla del mar nos contábamos que nuestra vida comenzaba a desagradarnos un poco.

Es lo que tienen las buenas rachas, que nunca se sabe en que momento todo empieza a mejorar. Da hasta un pelín de miedo decirlo en voz alta, como si de un secreto se tratase; como si no quisiéramos compartirlo con nadie por miedo a que todos se enteren y entonces se estropee. Pero eso también es propio de las cosas buenas, que se notan enseguida en la cara, en las ganas, en la vida, en la tuya y en la mía, y entonces no queda otra que gritarlo, porque señores, estamos en racha, y de las buenas.

Un año que acabó con un proyecto con escasos objetivos pero con muchas ganas de disfrutarlo; que siguió con horas de estudio por un lado y con búsqueda e incertidumbre por otro. Y como casi todos los planes importantes y geniales salen mejor cuando menos los preparas, aquí estamos festejando que nos va bien, muy bien. Que los sueños de vez en cuando se cumplen, que al destino se le antoja alguna vez darnos la razón y ala, a disfrutarlo.

Y es que, por desgracia, estamos tan acostumbrados a continuos golpes y sinsabores, que cuando nos llega esa buena racha la sonrisa ilumina nuestra alma pero le cuesta expresar el grito de alegría. 

Hoy queremos compartir con vosotros nuestra sonrisa, la interior pero también la de fuera; gritando a los cuatro vientos que la felicidad a veces se presenta en pequeños detalles pero ¡qué bien sabe!; queriendo haceros partícipes que la alegría ajena también es motivo de la nuestra; surcando nuevos proyectos, contagiando nuevas ilusiones… 

La buena racha seguirá siempre que exista un sueño que perseguir, un beso por dar y un café que compartir… Porque al alcanzar esa meta, sentir ese beso y saborear ese café, estaremos despertando una vez más la sonrisa del alma.

Y seguiremos arreglando el mundo en la barra de un bar, equivocándonos de nombre, no pudiendo pagar, dejando casi escapar ese dichoso tren, siendo tan desastres como siempre. Pero seguiremos celebrando lo mucho que nos alegramos cuando todo en algún lugar entre el cielo y la tierra vuelve a estar en buena racha.