¿Os han soltado alguna vez esta frase? Cuando eres pequeña y te lo dicen tus padres no terminas de entenderlo, imagínate cuando lo hacen ya pasando la treintena.
Lo estamos haciendo por tu bien…
perdona? De qué bien estamos hablando? De ese que se decide sin contar con tu
opinión, ese bien que se define en torno a la valoración ajena? Ese bien que te
resulta más cómodo a ti de lo que lo será alguna vez para mí?
Porque ahí está clave, en la
comodidad. En que yo decido desde mi posición y mi bienestar, que es lo mejor
para ti, porque además estoy seguro de ello. Que miedo dan esas seguridades
sobre las vidas ajenas, y que mal intencionadas resultan la mayoría de las
veces…
Y eso es lo que ocurre en los
últimos meses en nuestro entorno cercano y lejano. Resulta de lo más curioso
cómo los políticos se lanzan a repetir frases del tipo “los españoles necesitan…”
“mis votantes lo que quieren…” “los demócratas desean…” Y digo yo, desde mi
particular lugar en el mundo, cuando voté lo que quería es que ganase el
partido al que votaba, no que hiciera y deshiciera, llamara o pactara a su
antojo respaldándose en mi voto.
Y si miramos hacia las fronteras…
qué difícil es mirar hacia ese lado de la valla, del muro, de las rejas…
impedimentos para continuar hay muchos, elijan el que quieran. “El problema
habría que atajarlo en su país de origen…” “acogerlos aquí no es la solución…” Pero
ojo! todo por su bien.
Y mientras pagamos a carceleros
para que retengan los deseos de vivir de miles de personas, nos rasgamos las
vestiduras ante las muertes europeas. Y si ya analizamos la importancia de una
vida frente a otra, pues cierra que por hoy hemos acabado.
Pues todas esas cosas que se
hacen por tu bien y por el del otro, y pensando en lo que quieres y necesitas,
suelen ser excusas de personas llenas de nada para apropiarse de todo, hasta de
tu decisión.
Quien esté libre de pecado que
tire la primera piedra, si alguna vez no has decidido por otro por su bien, sin
ni siquiera pedirle opinión. Estamos llenos de indecisiones, de errores y
meteduras de pata, pero todas ellas te ayudan a reorientar el camino. No nos
quitemos la oportunidad de equivocarnos, ni le robemos al otro la capacidad de
decidir qué es lo mejor, aunque resulte ser un desastre.
No permitas que tu caminar entre
el cielo y la tierra se llene de disposiciones ajenas.