En ocasiones nos paramos a
plantearnos el sentido de las cosas que nos rodean y observamos
nuestro mundo como un carrusel vertiginoso donde, por muchas vueltas
que demos, no encontramos la salida al espiral de sensaciones que nos
puede llegar a causar. Vivimos en una realidad “sobreinformada”
donde nos deja atónitos situaciones y noticias que parecen ser
extraídas de las mentes más locas que pueblan nuestro curioso
mundo. Y en esta vorágine quizás lo más sensato sería detenerse a
mirarnos un poco dentro de sí y escaparnos de esa borrachera
exterior que nos aleja en demasiadas ocasiones de aquello que
realmente puede ser lo más importante. ¿Pero quién hace este
gesto? ¿Acaso no nos puede aterrar aquello que nos llega desde lo
más íntimo de nosotros? ¿Somos realmente valientes para saber
atendernos y oír con detenimiento lo que nuestra propia conciencia
nos dicta?
En nuestro día a día, con las
preocupaciones personales, las ocupaciones laborales o familiares,
las distracciones de ocio y tantos estímulos externos a los que
estamos sometidos en la rutina diaria, es complicado detenernos
aunque sea unos solos minutos a escucharnos y cuestionarnos si
realmente llevamos la vida que deseamos.
Mientras tanto, seguimos
aferrándonos en creencias muchas veces contradictorias, en batallas
sociales absurdas que giran entre políticas sin sentido y medidas
que siguen ahogando a los que tienen el agua hasta el cuello;
riéndonos de lo que no debemos, no sabiendo aceptar las críticas ni
saber disfrutar de amigos y familia. Seguimos discutiendo
acaloradamente por colores, partidos y equipos, negando evidencias y
mostrándonos como simples siluetas que desean aparentar más que
sentir y ser.
Mientras tanto nuestra vida sigue
perdiendo sentido hasta tal punto de querer esconderlo en un lugar
recóndito entre el cielo y la tierra. Un sentido que no sabemos o no
queremos encontrar...
Juan Ruiz