jueves, 2 de junio de 2016

APRENDIENDO A SER



Hace dos años en mi trabajo me ofrecieron la oportunidad de contar con un alumno en prácticas. Al principio no lo tuve muy claro, para qué engañarnos, no voy a ir de generosa ni desprendida a estas alturas. Pero una compañera me animó y ya han sido tres los estudiantes que he podido conocer.

La experiencia no ha podido ser mejor, volver a acercarme a la universidad a través de sus impresiones  y poder mirar mi trabajo con las inquietudes y las ganas que ellos renuevan cada día.

También he recordado las ganas de terminar la carrera y comenzar a afrontar el mundo, ese que parece que es más “real” porque ya nada dependerá de aprender a citar como papagayos leyes, normas, o reflexiones ajenas.  Donde crees que tus capacidades serán más que suficientes para desempeñar cualquier tarea concreta que se te encomiende. Que atrevida fue siempre la ignorancia.

Con el paso de los años, y cuando me he acercado a mis apuntes o a los libros que compré durante mi época de estudiante, he podido comprobar cómo cambia la realidad dependiendo del lugar desde el que se mira. He releído algunos artículos que pretendía despertar una actitud crítica, comprobando cómo el conocimiento de la historia te hace saber de donde venimos para intentar vislumbrar hacia dónde vamos,  y para soñar hasta donde deseamos llegar. El lenguaje, que evidencia cuando tu discurso es propio de saber de lo que hablas, y no mera palabrería que adorna cualquier contenido vacío. Y sonríes al descubrir cómo existían algunas asignaturas cuyos profesores no intentaban educar en el dominio de alguna competencia laboral, sino que intentaban transformar todas nuestras utopías en esa capacidad que permitiese distinguir y apreciar las mejores opciones. Optar por aquello que nos ayudaría a convivir y luchar por la justicia, a edificar una vida comunitaria donde se potencie la participación plena de sus ciudadanos, de todos y cada uno de ellos, donde cada paso andado fuera el principio del cambio. Desarrollar la capacidad de elegir hacia dónde orientar la vida, buscando y dialogando entre quien eres y quien pretendes ser.  Y deseando encontrar eso que te hace crecer y desplegarte, y donde si además ayudas a crecer a otros, entonces ya te puedes dar por vivido.

Por todo ello, reconociendo que no hay metodologías que ayuden a contagiar a todo aquel que te rodea la satisfacción de todo lo buscado y hallado y sabiéndome afortunada por recordarme lo maravilloso de la inquietud y del hambre del querer saber hacer, espero al menos que hayan aprendido que lo mejor es seguir siendo soñadores despiertos, donde el inconformismo se transforme en semilla de vida para muchos.