Bailaba el alma mía con ninfas
desdibujadas cerca de un mar de plata que abandonaba a jirones su
antigua brillantez. La diosa Inspiración se presentaba macabra para
arrebatar los dulces sueños que todos desamos tener alguna vez y los
temblores de conciencia nos despertaban en el silencio imposible de
la noche.
A veces la vida no se corresponde con
la realidad y pretendemos vivir en un palacio de cristal tan frágil
que se desmorona con la fuerza débil de un simple suspiro. Mientras
tanto, otros siguen intenando vendernos hechos y datos, buscando su
propio interés, y creando una efímera realidad. Nosotros,
aturdidos, cerramos tantas veces los ojos como si así pudieramos
cerrar nuestra mente, ese motor de nuestras acciones que seguimos
insistiendo en desvincular de los latidos de nuestro corazón.
Y la realidad se despertó en llantos
entre fronteras, con sones de hinmos absurdos abanderados de colores
sin patria; en rostros desdibujados como mis compañeras de baile; en
inocentes criaturas que no saben adónde ir.
Y la realidad recorrió desiertos de
basura de desarrollados paises; respiró gases de tóxicos perfumes;
anduvo en bosques helados de naturaleza y nadó entre mares y océanos
contaminados de cuerpos putrefactos.
Y la realidad punzó miradas, descalzó
pies, quebrantó anhelos, arrancó gritos desesperanzados, formó
miserables ejércitos e hizo llorar...
Y entre lágrimas, en la penumbra de
las horas del amanecer, desperté de mi pesadilla y queriendo abrir
los ojos, fui volviendo a la vana consciencia de esta vana realidad.
La televisión, que había peramanecido encendida toda la noche,
retransmitía un famoso reality la ciudad volvía a despertarse entre
despertadores de sueños, de esos sueños hermosos que todos deseamos
tener. Y en algún lugar no sé donde, entre el cielo y la tierra,
seguía sonando una bella canción que me invitaba a seguir bailando
con la más hermosa realidad.
Juan Ruiz
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