Hace unos días, escuchando un
programa de radio, hablaban de las maneras de vivir la vida; de las muchas
vidas que podía contener una sola persona o de la única vida a la que nos
“encadenamos” en nuestro paso por este mundo.
Oía con atención casos de personas que habían vivido pocos años pero
que, sin embargo, habían tenido una multitud de vidas que enriquecía su
existencia y lo hacían especialmente interesante. Otros, en cambio, eran de
personas que habían vivido rondando la centena pero su vida se había resumido
en pocas experiencias, voluntaria o involuntariamente, y tenían “pocas vidas”
que contar.
¿Te habías parado alguna vez a
pensar cuántas vidas vas acumulando en la tuya? ¿Cómo son esas vidas? ¿Por qué
no permanecen?
Pienso que la clave de esta
reflexión, sin meternos en muchas honduras, está más en la calidad que en la
cantidad. No se trata de sumar vidas si éstas no merecen ser atendidas. Creo
que lo interesante está en lo cualitativo, ir configurando una amalgama de
vidas que aporten su grano de arena a la tuya, recogiendo de aquí y allá
aquello que nos pueda enriquecer como personas, que nos haga seguir aprendiendo
y nos brinde ser quien queremos ser y no aquel que tantas veces las
circunstancias nos obliga. Me refiero a esas “vidas” que conservas con especial
cariño, aquellas que hacen que se te dibuje una sincera sonrisa, aquellas otras
que te siguen emocionando sin importar el paso del tiempo, esas que nunca
quieres borrar de ti. Y todas ellas se quedan impregnadas en nuestro interior, en nuestra forma de
ser, de actuar y de sentir. ¿Acaso no es maravilloso estar formado de todas
esas intensas vidas, íntimas o ajenas, que nos hacen y configuran a nosotros mismos?
Durante mucho tiempo el concepto
de “fama” se entendía como el recuerdo que los demás tuvieran de ti, el
concepto de tu vida ante los que te rodean. Ojalá nos quedemos con una vida
auténtica para que tu fama sea coherente con tu existencia y no hagamos tanto
caso a tantas vidas falsas que tan poco pueden aportarnos.
Poque en definitiva esa vida tuya, esa que sabe lo
bueno y lo malo de ti es la que nos hace sentir vivos entre el cielo y la tierra.
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