viernes, 12 de febrero de 2016

LAS VIDAS DE LA VIDA




Hace unos días, escuchando un programa de radio, hablaban de las maneras de vivir la vida; de las muchas vidas que podía contener una sola persona o de la única vida a la que nos “encadenamos” en nuestro paso por este mundo.  Oía con atención casos de personas que habían vivido pocos años pero que, sin embargo, habían tenido una multitud de vidas que enriquecía su existencia y lo hacían especialmente interesante. Otros, en cambio, eran de personas que habían vivido rondando la centena pero su vida se había resumido en pocas experiencias, voluntaria o involuntariamente, y tenían “pocas vidas” que contar.
¿Te habías parado alguna vez a pensar cuántas vidas vas acumulando en la tuya? ¿Cómo son esas vidas? ¿Por qué no permanecen?
Pienso que la clave de esta reflexión, sin meternos en muchas honduras, está más en la calidad que en la cantidad. No se trata de sumar vidas si éstas no merecen ser atendidas. Creo que lo interesante está en lo cualitativo, ir configurando una amalgama de vidas que aporten su grano de arena a la tuya, recogiendo de aquí y allá aquello que nos pueda enriquecer como personas, que nos haga seguir aprendiendo y nos brinde ser  quien queremos ser y no aquel que tantas veces las circunstancias nos obliga. Me refiero a esas “vidas” que conservas con especial cariño, aquellas que hacen que se te dibuje una sincera sonrisa, aquellas otras que te siguen emocionando sin importar el paso del tiempo, esas que nunca quieres borrar de ti. Y todas ellas se quedan impregnadas en nuestro interior, en nuestra forma de ser, de actuar y de sentir. ¿Acaso no es maravilloso estar formado de todas esas intensas vidas, íntimas o ajenas, que nos hacen y configuran a nosotros mismos?
Durante mucho tiempo el concepto de “fama” se entendía como el recuerdo que los demás tuvieran de ti, el concepto de tu vida ante los que te rodean. Ojalá nos quedemos con una vida auténtica para que tu fama sea coherente con tu existencia y no hagamos tanto caso a tantas vidas falsas que tan poco pueden aportarnos.
Poque en definitiva esa vida tuya, esa que sabe lo bueno y lo malo de ti es la que nos hace sentir vivos entre el cielo y  la tierra.

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