Hace dos años en mi trabajo me
ofrecieron la oportunidad de contar con un alumno en prácticas. Al principio no
lo tuve muy claro, para qué engañarnos, no voy a ir de generosa ni desprendida
a estas alturas. Pero una compañera me animó y ya han sido tres los estudiantes
que he podido conocer.
La experiencia no ha podido ser
mejor, volver a acercarme a la universidad a través de sus impresiones y poder mirar mi trabajo con las inquietudes y
las ganas que ellos renuevan cada día.
También he recordado las ganas de
terminar la carrera y comenzar a afrontar el mundo, ese que parece que es más
“real” porque ya nada dependerá de aprender a citar como papagayos leyes,
normas, o reflexiones ajenas. Donde
crees que tus capacidades serán más que suficientes para desempeñar cualquier
tarea concreta que se te encomiende. Que atrevida fue siempre la ignorancia.
Con el paso de los años, y cuando
me he acercado a mis apuntes o a los libros que compré durante mi época de
estudiante, he podido comprobar cómo cambia la realidad dependiendo del lugar
desde el que se mira. He releído algunos artículos que pretendía despertar una
actitud crítica, comprobando cómo el conocimiento de la historia te hace saber
de donde venimos para intentar vislumbrar hacia dónde vamos, y para soñar hasta donde deseamos llegar. El
lenguaje, que evidencia cuando tu discurso es propio de saber de lo que hablas,
y no mera palabrería que adorna cualquier contenido vacío. Y sonríes al
descubrir cómo existían algunas asignaturas cuyos profesores no intentaban educar
en el dominio de alguna competencia laboral, sino que intentaban transformar
todas nuestras utopías en esa capacidad que permitiese distinguir y apreciar las
mejores opciones. Optar por aquello que nos ayudaría a convivir y luchar por la
justicia, a edificar una vida comunitaria donde se potencie la participación
plena de sus ciudadanos, de todos y cada uno de ellos, donde cada paso andado
fuera el principio del cambio. Desarrollar la capacidad de elegir hacia dónde
orientar la vida, buscando y dialogando entre quien eres y quien pretendes
ser. Y deseando encontrar eso que te
hace crecer y desplegarte, y donde si además ayudas a crecer a otros, entonces
ya te puedes dar por vivido.
Por todo ello, reconociendo que no
hay metodologías que ayuden a contagiar a todo aquel que te rodea la
satisfacción de todo lo buscado y hallado y sabiéndome afortunada por
recordarme lo maravilloso de la inquietud y del hambre del querer saber hacer,
espero al menos que hayan aprendido que lo mejor es seguir siendo soñadores
despiertos, donde el inconformismo se transforme en semilla de vida para muchos.
Por si te ayuda, escucha la canción Clave Secreta de Hilario Camacho
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=BOvtqN5v86U
Juan Manuel.-
Hasta ahora no había visto tu comentario. Gracias, me ha gustado mucho la canción, no la conocía ��
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