¿No os ha pasado alguna
vez que tienes que comprar un mueble, decides ir al Ikea,
allí se ve todo maravilloso y, después de sufrir una odisea para
montarlo, el resultado es desastroso? Pues algo así está la
situación política española...
Por obligación, porque
ya no quedaba más remedio, con los mantecados en la boca, los
villancicos de fondo y con una legislatura más que agotada, tuvimos
que ir a votar como aquel que va a esa conocida gran tienda sueca de
muebles y decoración a la desesperada porque necesita un nuevo
mueble para su casa, bien porque el anterior ya no dio más de sí,
bien porque el nuevo testero tras la reforma se ha quedado vacío.
A pesar de la pereza
inicial de recorrer todo ese laberinto repleto de estímulos donde
todo parece genial y necesario para mi vida, después de intentar
convencernos con promesas vacías de contenido (como los propios
cajones de los muebles de exposición) y de vendernos humo y otra
realidad, al final uno se ilusiona porque por fin ha visto el mueble
que necesita, escuché aquella promesa que me pareció sensata...
Y así, después de
pensármelo un buen rato, cogí mi caja repleta de piezas sueltas y
motivado por la nueva elección me dirigí a casa para, como un buen
manitas, montar a la perfección mi nueva compra.
Pero las cosas no son
como parecían en ese tumulto de salones, comedores, cocinas, baños
y terrazas. Ya en casa, a solas, las voces de promesas y la
propaganda iban perdiendo fuerza. Ahora sólo permanecíamos esa caja
de piezas para armar, un triste folleto con graciosas ilustraciones
como si fuese diseñado por niños de 3 años y yo...
Manos a la obra: estaba
todo por construir. La nueva realidad me hizo ver que quizás no era
fácil, pero ganas no me faltaban. Demasiadas piezas para encajarlas
sin que ninguna me faltase ni sobrase teniendo en cuenta que los
tornillos y ajustables estaban más que contados.
A veces por mucho que nos
afanemos, el resultado previsto no llega. Los monigotes de los
folletos de instrucciones son puro “postureo” de cómo hacer las
cosas, de intentos de acuerdos para un mueble que no llega a formarse
del todo y sin una herramientas útiles para su construcción. Así,
después de mucho intentarlo y sabiendo de antemano que, aún
quedando a la perfección, este mueble no era de muy buena calidad y
podría durarme poco, decido darme por vencido a la espera de que
algún amigo o conocido puedan ayudarme. Estoy seguro que unos lo
intentarán hasta la saciedad creyendo encajar esas pieza imposibles; otros presumirán que todo es más fácil de lo que parece pero ni siquiera se pringarán las manos; otros en cambio, permanecerán inmóviles y apáticos porque “eso de montar muebles” no es lo suyo...
Y mientras lo montamos o
no, el tiempo sigue y el testero permanece vacío, los papeles (de
Panamá o de Soria) continúan amontonándose en el viejo mueble
anticuado; a la casa le hace falta una limpieza general a la espera
de terminar con el bricolaje y las ganas de ir de nuevo al Ikea o a cualquier sitio entre el cielo y la tierra (para
devolverlo o elegir uno nuevo) ya son totalmente nulas...
Juan Ruiz
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