jueves, 14 de abril de 2016

COMO UN MUEBLE DE IKEA....


¿No os ha pasado alguna vez que tienes que comprar un mueble, decides ir al Ikea, allí se ve todo maravilloso y, después de sufrir una odisea para montarlo, el resultado es desastroso? Pues algo así está la situación política española...

Por obligación, porque ya no quedaba más remedio, con los mantecados en la boca, los villancicos de fondo y con una legislatura más que agotada, tuvimos que ir a votar como aquel que va a esa conocida gran tienda sueca de muebles y decoración a la desesperada porque necesita un nuevo mueble para su casa, bien porque el anterior ya no dio más de sí, bien porque el nuevo testero tras la reforma se ha quedado vacío.
A pesar de la pereza inicial de recorrer todo ese laberinto repleto de estímulos donde todo parece genial y necesario para mi vida, después de intentar convencernos con promesas vacías de contenido (como los propios cajones de los muebles de exposición) y de vendernos humo y otra realidad, al final uno se ilusiona porque por fin ha visto el mueble que necesita, escuché aquella promesa que me pareció sensata...

Y así, después de pensármelo un buen rato, cogí mi caja repleta de piezas sueltas y motivado por la nueva elección me dirigí a casa para, como un buen manitas, montar a la perfección mi nueva compra.

Pero las cosas no son como parecían en ese tumulto de salones, comedores, cocinas, baños y terrazas. Ya en casa, a solas, las voces de promesas y la propaganda iban perdiendo fuerza. Ahora sólo permanecíamos esa caja de piezas para armar, un triste folleto con graciosas ilustraciones como si fuese diseñado por niños de 3 años y yo...

Manos a la obra: estaba todo por construir. La nueva realidad me hizo ver que quizás no era fácil, pero ganas no me faltaban. Demasiadas piezas para encajarlas sin que ninguna me faltase ni sobrase teniendo en cuenta que los tornillos y ajustables estaban más que contados.

A veces por mucho que nos afanemos, el resultado previsto no llega. Los monigotes de los folletos de instrucciones son puro “postureo” de cómo hacer las cosas, de intentos de acuerdos para un mueble que no llega a formarse del todo y sin una herramientas útiles para su construcción. Así, después de mucho intentarlo y sabiendo de antemano que, aún quedando a la perfección, este mueble no era de muy buena calidad y podría durarme poco, decido darme por vencido a la espera de que algún amigo o conocido puedan ayudarme. Estoy seguro que unos lo intentarán hasta la saciedad creyendo encajar esas pieza imposibles; otros presumirán que todo es más fácil de lo que parece pero ni siquiera se pringarán las manos; otros en cambio, permanecerán inmóviles y apáticos porque “eso de montar muebles” no es lo suyo... 
 

Y mientras lo montamos o no, el tiempo sigue y el testero permanece vacío, los papeles (de Panamá o de Soria) continúan amontonándose en el viejo mueble anticuado; a la casa le hace falta una limpieza general a la espera de terminar con el bricolaje y las ganas de ir de nuevo al Ikea o a cualquier sitio entre el cielo y la tierra (para devolverlo o elegir uno nuevo) ya son totalmente nulas...

Juan Ruiz

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